Ya estamos en diciembre y se percibe un ritmo distinto: compras de último minuto, celebraciones, cierres laborales, vacaciones, familia, gastos, regalos y tradiciones.
En medio de esta carga emocional y mental, aparece un escenario que pocas personas consideran, pero que los estafadores conocen de memoria: disminuye la atención, aumenta la impulsividad y la verificación se posterga.
Desde la criminología y la victimología, este periodo es considerado un terreno fértil para las estafas digitales y telefónicas, no porque las personas sean descuidadas, sino porque lo emocional domina al pensamiento analítico. El fraude moderno no es técnico: es emocional.
Por eso, antes de cerrar el año, queremos explicarte las cinco mentiras más frecuentes del estafador y por qué funcionan incluso en personas informadas, trabajadoras, profesionales y cuidadosas. Este no es un listado más: es una mirada profunda al delito, a la mente del delincuente y a la vulnerabilidad cotidiana de la víctima.
1. La mentira del miedo
“Su cuenta está en riesgo, necesitamos validar sus datos ahora”
Es la piedra angular del fraude telefónico y uno de los métodos más usados en Chile. El estafador utiliza el miedo con precisión: habla rápido, imita autoridad, usa lenguaje técnico y presiona para actuar de inmediato.
Frente a una amenaza —real o ficticia—, el cerebro entra en modo reactivo, privilegiando escapar del peligro antes que analizar. Esa urgencia emocional anula la capacidad de cuestionar y abre la puerta a entregar información que jamás entregarías en circunstancias normales.
La regla es simple y absoluta: ningún colaborador te pedirá claves, códigos o contraseñas. Jamás. Cuando alguien usa el miedo como herramienta, no está cuidando tu dinero: está intentando robarlo.
2. La mentira del deseo
“Ganaste un beneficio, pero debes pagar un costo mínimo para activarlo”
Aquí el fraude no apela al miedo, sino al deseo. En diciembre, la idea del premio, regalo, promoción o “bono especial” está más presente que nunca. El estafador sabe que la promesa de obtener algo valioso genera un estado mental abierto, confiado, emocionalmente optimista.
Esto se llama refuerzo intermitente: el cerebro libera dopamina ante la posibilidad de ganancia, incluso antes de recibirla. La víctima no cae por ingenuidad, sino por una reacción emocional completamente normal.
Una regla universal en seguridad digital: ningún beneficio legítimo exige pagos previos para liberarse.
3. La mentira de la urgencia digital
“Haz clic aquí para evitar el bloqueo inmediato de su cuenta”
El phishing —correo, SMS, WhatsApp o redes sociales— no solo busca robar datos, sino robar tu tiempo para pensar. Los enlaces falsos replican colores, logos, tipografías y lenguaje institucional.
El estafador empuja a actuar rápido:
- “Tu cuenta será bloqueada”
- “Hay una operación sospechosa”
- “Tu seguridad está en riesgo”
La persona entra en obediencia automática, impulsada por el temor a perder acceso financiero o a sufrir un daño mayor. Ese estado emocional hace que pinche sin leer, responda sin analizar y entregue datos sin verificar.
4. La mentira de la validación
“Compárteme el código que te llegó para confirmar tu identidad”
Es uno de los fraudes más destructivos porque juega con un mecanismo psicológico profundo: la ilusión de colaboración.
El estafador adopta un tono profesional, amable y empático.
Simula ayudar.
Guía.
Acompaña.
Construye un ambiente donde entregar un código parece un acto lógico de cooperación.
Ese código es la llave maestra. Nadie legítimo te lo pedirá jamás.
Compartirlo equivale a entregar acceso directo a tus productos financieros.
5. La mentira de la oportunidad
“Transfiere ahora, porque hay otros interesados”
Este fraude explota un principio ancestral: la escasez. La “venta fantasma” —especialmente en marketplace o redes sociales— se basa en hacerte creer que si no actúas rápido, perderás algo valioso. El apuro quiebra la lógica de verificación: no revisas reseñas, no pides boleta, no pides videollamada, no confirmas identidad.
La urgencia desplaza la prudencia.
¿Por qué estas mentiras funcionan incluso en personas informadas?
Todas comparten las mismas bases psicológicas:
- La urgencia
- La presión emocional
- La sobrecarga mental de fin de año
- El deseo de resolver rápido
- La intención de ayudar
- La necesidad de no “perder una oportunidad”
Nadie está totalmente libre. La vulnerabilidad es humana y cambia según el día, la carga mental, el contexto personal o emocional. Reconocerlo no es debilidad: es prevención.
Por eso, este fin de año recuerda algo esencial: si te apuran, te halagan, te asustan, te presionan o te piden actuar sin pensar, no estás frente a un beneficio: estás frente a un fraude.
Tu mejor herramienta no es la sospecha permanente, sino la calma. Detente. Respira. Verifica por canales oficiales. Tu institución jamás te pedirá claves, códigos ni transferencias para activar beneficios.